Dirección: Pepe Bablé
Espacios: Gran Teatro Falla, Sala Central Lechera, Teatro del Títere La Tía Norica, Plaza del Falla, Plaza de La Catedral, Café-Teatro Pay-Pay, Centro de Artes Escénicas Arbolí, Centro Integral de la Mujer, Casa de Iberoamérica y Baluarte de La Candelaria.
Países participantes con obras: Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, El Salvador, España, Perú y Portugal.
Autor del cartel: Román Lokati (España)
El último FIT antes del mazazo que supuso para todo el planeta la pandemia del coronavirus, incluyó 26 espectáculos de diversos géneros escénicos, con la participación de obras de Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, El Salvador, España, Perú y Portugal. Como es costumbre en el festival, se abordaron temas muy variados: la memoria histórica, la desigualdad social, los conflictos políticos… Pero hubo una obra que impactó profundamente a los espectadores del FIT y que trataba un tema que desgraciadamente sigue estando de actualidad: la violencia de género en las adolescentes.
Paisajes para no colorear, presentada por la compañía chilena ‘La Re-Sentida’, es un ejemplo paradigmático del teatro testimonial contemporáneo. Bajo la dirección de Marco Layera, esta pieza construida a partir de los testimonios de más de cien adolescentes chilenas se presentó como un acto de denuncia social, una invitación al diálogo y un grito de protesta contra la violencia de género y la represión que enfrentan las mujeres jóvenes. Abordó temas como el abuso sexual, la violencia doméstica, el acoso y los estereotipos impuestos por la sociedad.
En 2019 había un creciente protagonismo del movimiento feminista en América Latina, con movilizaciones como el ‘Ni Una Menos’ y protestas estudiantiles lideradas por mujeres jóvenes. En este contexto, la obra se posicionó como un vehículo de visibilización y reflexión sobre la situación de las adolescentes. Una de las escenas más impactantes de la obra fue aquella en la que las actrices, de pie en un círculo, relataban de manera simultánea episodios de abuso y acoso. Este momento de saturación auditiva y emocional creó un efecto de incomodidad en el espectador.
El XXIII Encuentro de Mujeres de Iberoamérica en las Artes Escénicas tenía un curioso título: ‘En torno al caldero. Prácticas brujas en las Artes Escénicas’. Efectivamente, muchas de las mujeres librepensadoras y artistas de siglos anteriores eran tachadas de “brujas” por el patriarcado reinante. En la actividad se ahondó en la relación entre el teatro y las prácticas feministas y espirituales, además de cómo el arte puede ser un espacio de sanación y resistencia.