“Palmasola” cuenta las estrategias de supervivencia, los sueños y las pesadillas de los prisioneros en el centro penitenciario del mismo nombre. Examina las “regularidades” de este “estado dentro de un estado”, la fragilidad de lo que consideramos humildad frente a la supervivencia básica, casi animal del día a día. La necesidad y la improvisación de la justicia en un país como Bolivia que podría ser cualquiera en América Latina.

La cárcel de Palmasola, en Santa Cruz, es una ciudadela de 359.779 metros cuadrados, donde fácilmente se pueden encontrar tiendas de abarrotes, restaurantes, panaderías o incluso una agencia de Coca Cola. Palmasola es la cárcel más grande de Bolivia, no solo en extensión sino también en cantidad de internos ya que en este espacio en el que caben 52 canchas de futbol, viven 5.622 hombres y mujeres distribuidos en siete áreas o puertas de control (PC).

Detrás de esos muros, la estructura política social y económica se rige por el dinero. Quien puede pagar, tendrá una celda digna; quien puede pagar aún más, una de lujo; quien no tiene, con suerte tendrá un espacio donde apenas pueda moverse. Aquella gente, miles de personas que ni siquiera tienen sentencia (solo el 30 % la tiene), viven en un mundo paralelo, con sus propias normas; con sus propias leyes.